Suele ocurrir en el transcurso de nuestras vidas, que nos vemos en la necesidad de cuidar a otros más allá de todas las ocupaciones que podamos tener en el momento, y esta situación podría conducirnos a estados emocionales poco favorables para nuestra propia salud y para la de quien estamos a cargo. La manera en que percibimos cada momento, cada situación va a determinar la manera de aceptarlo y de saber llevarlo a través de nuestra experiencia.

El amor y la obligación

Existen dos razones por las que nos hacemos cargo del cuidado de las personas: la primera es por amor, mientras que la otra es menos satisfactoria es por obligación.  Es recomendable hacer un alto en el trabajo ante alguna situación incómoda y preguntarnos la razón por la que nos afecta de esa manera y cuál es la relación que tiene con nosotros? ¿si dicha situación posee una relación directa con nuestras necesidades?

Una de las razones por las que solemos cuidar a otra persona es por la disminución de sus capacidades intelectuales, mentales, físicas o sensoriales, con lo que posiblemente su calidad de vida no se ve tan afectada. Se ha demostrado con el transcurso del tiempo, que cuando una persona cuida por un tiempo prolongado a otra, desarrolla lo que se denomina Síndrome de Carga del Cuidador, situación que lo conduce a un estado de agotamiento mental constante con el que la empatía se ve afectada, el sistema inmune decae y todo se debe a su sistema de creencias acerca del cuido de otras personas.

Los hechos que habitualmente nos rodean, solemos interpretarlo de acuerdo a nuestra idiosincrasia, a ese bagaje de conocimiento y experiencias personales que hemos acumulado a lo largo de nuestra vida. Con este basamento, podríamos traer a colación lo que exactamente suele molestarnos de esa tarea de cuido, allí está la clave. Tanto nuestra educación y la elección de ella, como las situaciones vividas, constituyen el lecho de todas las emociones que desemboca en lo que habitualmente hacemos.

Existen varios motivos que nos impulsan a cuidar de otros. Hay personas que provienen de hogares donde la atención por el otro no existía y con esta atención se busca la forma de compensar ese bache, otros lo relacionan con su desempeño desde temprana edad en el rol de cuidadores por lo que asocian la atención, el cariño y el afecto por otro, con lo que ellos carecen.

Solemos confundirnos cuando se trata de compartir el sufrimiento de otros, con sostener y sobrecargarnos y ello se debe a un concepto errado que tenemos de la empatía, y es la razón por la que los problemas de los demás nos afectan de sobremanera.

Lo indicado ante esta situación es hacerse los siguientes cuestionamiento:

  • ¿Qué me incomoda de esta situación?  
  • Este estrés que me ocasiona  ¿tiene algo que ver conmigo?
  • ¿Acaso estoy dejando a un lado algo en mi, para dedicarle tiempo a otros?

Es una constante vernos reflejados en otros, por lo que resulta sensato cuidarnos de una manera minuciosa para poder hacer lo mismo con otras personas. Pero también es frecuente que encontremos la forma contraria a  este comportamiento en la que sí podamos cuidar a otros sin descuidarnos por nosotros y de esta manera no incidir en nuestro estado emocional.

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