Quizás nos parezca un tanto extraño, pero al encontrarnos en presencia de esa visión infinita que nos brinda el cielo nocturno, pero esto tiene mucho en relación con nosotros, su influencia en nuestra biología y con ella, nuestra cultura. 

En el transcurso de nuestra historia, han sido los astros quienes siempre nos muestran nuestra posición con respecto al universo, una forma de recordarnos nuestro estado. Aparte de que también nos han permitido orientarnos, en cada momento del día, y por si fuera poco, la distribución de nuestro tiempo se ha realizado en base a los astros al igual que el calendario donde los meses se relacionan con la luna, y los días con el sol. 

En cada historia presentada por las distintas religiones que se conocen alrededor del mundo, estas han tomado acontecimientos estelares para ser usado en sus parábolas o mitos. Un ejemplo de ello en la sociedad occidental la simbología judeocristiana de manera continua nos hace referencia a diversos acontecimientos por medio de sus enseñanzas. 

Por otra parte, todas esas antiguas civilizaciones que se encargaron de observar el cielo, las estrellas, y el sol, los cuales agruparon en sistemas celestes o constelaciones a los que fueron otorgándoles nombres simbólicos que incluían animales o figuras asociadas a historias mitológicas con las que explicaban sus movimientos y relaciones.

Tomando un ejemplo, encontramos como símbolo bastante empleado, la cruz, que no sólo se usa en el cristianismo pues miles de años antes de Jesús ya se empleaba para hacer referencia al paso del sol por las distintas constelaciones. Por lo que no resulta casualidad que sea empleada como figura relevante en el catolicismo y que tenga aspectos relacionados con diversos dioses solares, donde mueren en la cruz y encuentran un renacimiento que coincide en el hemisferio norte bajo el solsticio de invierno, que es la noche más larga que se da en el año y que se conoce como el retorno de los buenos tiempos.

En cuanto al cielo o más bien, nuestra percepción de él, es sólo un reflejo de la psique de cada uno de nosotros. La similitud a un cuaderno cuyas hojas se encuentran dispuestas a escribir nuestra historia incluyendo la razón de nuestra existencia. Como si se tratase de un escenario en el que interactúan diversos personajes a través de líneas imaginarias a los que les otorgamos intención, emoción y cualidades que al final se encuentran cargadas de simbología para mantenerse aún hoy en nuestra cotidianidad. 

El mundo debe contener nuestro rostro, pues a través de él nos encontramos a nosotros mismos como creadores de nuestras posibilidades. Con lo que la astrología vendría siendo entonces ese compendio de conocimientos psicológicos que tuvieron su origen en la antigüedad. 

Suponer que nuestro comportamiento no se encuentra sujeto a la influencia astrológica sería negarnos a nosotros mismos nuestra relación con nuestro entorno, donde los cultivos, mareas y animales están vinculados de manera directa a ello. Sería normal pensar que si hay una correlación o conexión entre nosotros y las disposiciones astrales. 

Además, en medio de todo encontramos a los diversos horóscopos conocidos en diversos continentes entre ellos el horóscopo chino, azteca, árabe, celta, maya, hindú, egipcio, gitano, el orisha, con lo que sólo se nos reafirma la manera en que el hombre ha usado las constelaciones para adentrarse en la psique y entender de alguna forma el orden interno, siendo ello la consecuencia de una conciencia de unidad bastante longeva y compartida.

Los arquetipos universales se encuentran representados en los planetas y en las constelaciones donde las conductas determinadas vienen dadas por diversas pautas en el proceso individual de evolución con el que alcanzamos nuestra esencia auténtica. Un ser completo que viene a ser simbolizado por el sol, el astro rey. 

Se podría entender de manera sencilla si una noche limpia nos ocupamos de mirar al cielo, este nos devolverá nuestra esencia desde un campo de infinitas posibilidades, donde las estrellas nos guían como la conciencia, y su combinación son parte de nuestro inconsciente colectivo y arquetípico, en el que creamos imágenes que heredamos desde el nacimiento y son ancestrales, las cuales nos recuerdan que son la única manera de retornar al ser completo que somos.

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